Africa en retrospectiva


El fallecimiento de Mijail Kalashnikov el pasado 23 de Diciembre, ha colocado en retrospectiva su más grande invención, el rifle de asalto AK-47 y las consecuencias que conllevo su proliferación mundial.       
               Desde el año de su creación (1947), con 100 millones de ejemplares activos en la actualidad, ha sido el arma de fuego más comercializada (legal e ilegalmente) a nivel mundial. No obstante, los efectos más perniciosos de este comercio no se han visto sino hasta después del fin de la guerra fría.

Esto responde a la interrelación entre las dos variables que pretendo analizar en este apartado. Primero, un stock de armamento excedente. La carrera armamentística llevada a cabo por la URSS, junto a la convulsión política, económica y social que significó el desfallecimiento del sistema comunista, dejó grandes y bastos arsenales con stock suficiente para que sean utilizados en el comercio ilegal de armas. Segundo, el surgimiento de conflictos intraestatales. El proceso de descolonización llevó a la emergencia de estados con un alto grado de debilidad estructural, y con ello, a una transición de los conflictos interestatales (entre estados) a intraestatales (dentro de los estados). Se dio así, un viraje del escenario internacional al domestico.
               Ahora bien, en este apartado analizaré a la "África negra” ya que es la región donde las secuelas de la interrelación previamente mencionada surgen con mayor claridad. Mientras que la debilidad estatal[1] ha generado conflictos inter-étnicos, económicos, sociales, políticos y religiosos, la AK-47 [caracterizada por su facilidad de uso, resistencia al deterioro y bajo precio], la cual es fabricada en más de una docena de países (expansión horizontal de fuentes), ha encontrado allí uno de sus mayores mercados. De esta forma, ocurre una lógica de retroalimentación entre ambas variables.
               Retroalimentación que ha mermado su desarrollo político, económico y social, convirtiéndolo en un territorio de constantes conflictos armados y operaciones de paz.
               En primer lugar, el terrorismo de estado. La continua venta de armamento a una burocracia estatal débil, ha generado el peor de los efectos en las sociedades africanas. Países como Sudan[2], Rwanda, Burundi, Uganda o República Democrática del Congo, han demostrado que una burocracia estatal corrupta, en connivencia con ciertos grupos armados, etnias o preferencias raciales, ha acelerado exponencialmente la matanza de sus ciudadanos. El estado deja de ser el promotor de la justicia, convirtiéndose en el principal terrorista.
               En segundo lugar, el surgimiento de nuevos grupos armados o la toma de armas. La ausencia estatal o su accionar nocivo en materia de seguridad, promueve el surgimiento de nuevos grupos armados por un lado, y la toma de armas por parte de los ciudadanos, por el otro.
               Respecto al primer punto, podemos hacer alusión al Frente Patriótico Rwandes (RPF por sus siglas en ingles) o al surgimiento en los últimos años de "piratas" somalíes. Mientras que el primer grupo estaba formado por insurgentes rwandeses  exiliados  luego de la violencia política vivida durante la independencia de 1959, el segundo surgió como un grupo armado de pescadores, que al encontrarse huérfanos de estado, decidieron tomar la seguridad de sus costas por mano propia. Pese a que países como EEUU o China condenan su accionar, los residentes locales resaltan sus virtudes[3]
               En cuanto al segundo, un estado débil junto a una creciente proliferación armamentista, ha llevado a una incapacidad por parte de los ciudadanos a defenderse con los elementos de seguridad preexistentes. Es revelador el testimonio de este ciudadano de Sudan del sur: "We need the Perik to protect our cows.
We used to have spears and axes. But our lives have been changed by war - you must have a gun or else you will be robbed of your animals and killed like a dog. We have no choice. We must carry them"[4].
               En tercer lugar, la incapacidad de explotar los recursos económicos. En su texto "The coming anarchy", Kaplan aduce que el monopolio del uso de la fuerza por parte de los estados, no se da más allá de las grandes metrópolis. Aunque fatalista, esta característica descripta por Kaplan ha sido identificada como una de las falencias en el desarrollo económico africano de las últimas dos décadas. El surgimiento de "warlords", guerrillas, grupos insurgentes o clanes en determinadas zonas, ha menguado la competencia estatal 'de facto' para la extracción de recursos naturales como minerales, piedras preciosas y demás commodities. En países como Sierra Leona y República Democrática del Congo, las ganancias económicas y materiales (compra ilegal de armamento) generadas mediante la explotación de piedras preciosas (principalmente diamantes), ha ocasionado el desarrollo de guerrillas, grupos insurgentes y hasta ejércitos de niños (quienes no superan los 15 años), con todo lo que ello implica [recrudecimiento y prolongación del conflicto por un lado y la securitización del asunto, por el otro].

Palabras finales.
               En conclusión, en las últimas dos décadas, los estados que conforman la "África negra" han vivido un período de constante ebullición interna generado por un contexto de desgaste. Mientras que su falta de institucionalidad ha repercutido en su competencia para recaudar impuestos, extraer recursos y garantizar la seguridad de sus fronteras, el excedente de armas tras el fin de la Guerra Fría, posibilitaron a las facciones disidentes a armarse contra este. Sin embargo, en lo que a mí respecta, aunque no inmediata, la mejora de la situación actual es factible si se llevan a cabo dos políticas de manera conjunta.
               La primera, de carácter intrínseco. En el corto plazo, los estados deben velar por la resolución de los conflictos internos[5] (mediante amnistías, conferencias de paz, cese al fuego, juicios o particiones[6]) por un lado y recuperar el monopolio del uso de la fuerza, por el otro. En el largo plazo, los estados deben intentar reconquistar las demás competencias soberanas (sociales, económicas y político-militares), en pos de evitar su desaparición definitiva.
               La segunda, de carácter extrínseco. Aquí es donde la comunidad internacional debe intervenir de manera conjunta con el objetivo de evitar el tráfico ilegal de armas y la consiguiente continuidad de los conflictos armados.

 
Escritor: Juan Martín de la Fuente




[1] Cuando segmento a la mayoría de los estados de "África negra" en un carácter de debilidad, me baso en dos puntos que creo esenciales para entender la competencia soberana de un estado. El primero, el indice de estado fallidos (ó The Failed States Index). Éste, se funda en tres tipos de indicadores (sociales, económicos y político-militares) y señala a los estados de "África negra" como la peor región rankeada en el indice, colocando a siete países en los últimos diez puestos.
Ello, sumado al número de operaciones de paz llevadas a cabo por la Organización de Naciones Unidas (ONU) dan cuenta de la debilidad soberana que poseen estos estados sobre su territorio. Actualmente, de las quince operaciones de paz activas, ocho se encuentran en "África negra". Sin tenerse en cuenta el accionar de otros organizaciones (internacionales, supranacionales, ONG's), el número ya es revelador.
[2] Véase “Darfur Now”.
[3] Evitan que barcos viertan desechos nucleares en las costas e impiden la explotación de sus recursos marítimos por parte de buques extranjeros.
[5] Nótese la dificultad que enfrentan los estados. Un negocio con altos dividendos y que quienes lo manejan, poseen una alta probabilidad de llegar al poder (jefes de estado como Kagame en Rwanda o Campaore en Burkina Faso, fueron parte de grupos insurgentes).
[6] Como ocurrió en Sudán.

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