Existe déficit fiscal a nivel estatal, cuando se obtienen
unos ingresos inferiores a los gastos en un periodo determinado, normalmente en
periodos anuales. Terminológicamente la palabra fisco significa tesoro del
Estado, es decir, conjunto de recursos que dispone un estado para realizar sus
políticas.
En este sentido, el Estado dispone de ingresos que
provienen principalmente de los impuestos o de la comercialización de recursos
naturales (petróleo, carbón, etc.) a terceros países. Sin embargo, el Estado ha
de soportar un volumen de gastos considerable, como por ejemplo el
sostenimiento del ejercito, administración pública, pensiones, educación, etc.,
generando desajustes en la balanza fiscal que deben de financiarse a través de
diferentes mecanismos, como son la deuda pública (Alonso. 2000:52)
El famoso economista Maynard consideraba que el déficit fiscal
era necesario para reactivar las economías en ciclos recesivos al impulsar la
generación de empleo y las políticas sociales. No obstante esta teoría ha sido
objeto de grandes críticas como por ejemplo el aumento del costo de vida y el
colapso financiero a largo plazo.
Por tanto, el déficit debe ser utilizado por los Estados
de forma proyectada, básicamente para mejorar la productividad del país a
través de la inversión, y nunca como política económica a largo plazo.
En resumen, existe déficit fiscal cuando el Estado gasta
más recursos de los que capta, desequilibrando
el balance fiscal, las estrategias más utilizadas por los estados para
equilibrar esta tendencia son:
Disminución de los gastos: tiene como consecuencia negativa un enfriamiento de la económica, ralentizando el crecimiento del país.
Aumento de impuestos: esta medida tiene un alto costo político para el gobierno.
Aumento de créditos: a largo plazo empeora la situación inicial de déficit fiscal.
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